Hace menos de 40 días lideraba las intenciones de voto en la provincia de Buenos Aires. Fue ungido por el radicalismo para enfrentar a Diego Santilli. Pero sus reiteradas peleas con Lilita Carrió y su condición de capitalino desencantaron a sus potenciales votantes.
Cuando el sábado 3 de julio el neurocientífico confirmó que iba a competir en la alianza Juntos contra el ex vicejefe de Gobierno de la CABA, Diego Santilli, en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del 12 de septiembre, para muchos fue una buena noticia. “Un viento de aire fresco” para una política nacional atravesada por una grieta interminable donde los únicos que perdemos somos los argentinos.
En medio de una pandemia mundial, con más de cien mil familias que perdieron a sus seres queridos y otras tantas que se aíslan en sus casas contagiadas por el COVID o intentando que el virus no los alcance, muchos imaginaron que la presencia del hombre que publicó más de 250 investigaciones en las revistas científicas más prestigiosas y una decena de libros sería un alivio en medio de la tragedia.
Sus primeras palabras, pronunciadas el día que aceptó la invitación de la UCR para encabezar la lista de diputados por la provincia de Buenos Aires, alentaron esperanzas: “Tenemos por delante un desafío que nunca imaginamos. No podemos enfrentar una crisis de esta magnitud con las mismas prácticas de siempre. Somos más que esto. En Argentina tenemos un dolor común. Necesitamos un sueño común. Ésta es la lucha de nuestras vidas y vamos a estar hasta el final”.
Las 36 jornadas transcurridas desde entonces no hicieron más que desinflar aquella ilusión. Así describe uno de los caudillos y referentes del radicalismo bonaerense el desengaño de muchos: “Habla lindo, es un buen cuadro político, pero en lugar de volar alto y decir las cosas que va a hacer y qué ideas tiene se la pasa peleando con los del PRO”.
Sus continuos enfrentamientos con Lilita, quien lo tildó de “mentiroso y mitómano” ante la afirmación del neurocirujano de que “Carrió le había ofrecido la vicepresidencia en 2015” –cosa que la ex diputada nacional (y actual candidata) niega al punto de pretender “iniciarle un juicio”– terminó por embarrarle la cancha a Facundo.
A esto se suma un dato que se conoció hoy y que no es menor: Manes vive en la calle Cerrito al 1200, entre Juncal y Arenales, en el barrio de Retiro, a ocho cuadras del Obelisco. Nacido hace 52 años en Quilmes, la Junta Electoral de la Provincia de Buenos Aires lo habilitó para presentarse como candidato. La fría letra de la ley lo respalda, pero siguiendo sus propios dichos el día que aceptó la candidatura –“no podemos enfrentar una crisis de esta magnitud con las mismas prácticas de siempre”– su actitud parecería ser, como mínimo, poco ética.
Un mes antes de que el neurólogo diera el “sí” para su candidatura, la alianza Juntos encargó una encuesta para conocer “la imagen de cada uno de sus posibles candidatos en la provincia”. Según el sondeo realizado por Giacobbe & Asociados S.A, Facundo Manes cosechaba un 33,8% de imagen positiva. Le seguía Diego Santilli con el 31,3%. Hoy, a cinco semanas de las PASO, de acuerdo a la última encuesta de Ricardo Rouvier & Asociados, el ex vicejefe porteño estaría 8 puntos arriba de Manes en intención de voto. Datos que no son concluyentes, que no definen la elección, pero que este fin de semana encendieron todas las alarmas, incluso entre la gente que apoya la candidatura del hombre que llegó con intenciones de cambiar la política argentina pero que, al parecer, equivocó el camino.